Amarcord (Me acuerdo)
"Amarcord" significa "Me acuerdo" en el dialecto de la región italiana de Romagna.

El regreso a mi pueblo, ahora raro y apresurado, me empuja cada vez más a recorrer las calles, los callejones y los barrios, para recordar mi tiempo en las señales de piedra que se pierden imperceptibles hasta casi desaparecer.
Los olores que emanan de estas paredes me ayudan a atrapar los recuerdos; su estado varía según las estaciones y para determinar el carácter son los acontecimientos naturales y humanos en los que estoy involucrado en ese momento.
El olor acre del ozono que rezuma de la tierra después de las primeras gotas de una lluvia liberadora de la sequía, el olor del frío, que es más que una sensación táctil, penetra en la nariz marcándolo indeleblemente, el olor de la primavera lleno de esencias florales y de árboles en flor, el olor del verano con su carácter maduro y decidido, el olor del otoño que se descompone en una fórmula marchita que nos lleva al invierno en espera de un nuevo ciclo de vida.
Y luego, los olores creados por el hombre: la cama de las cuadras que humea en el invierno, la siega del heno en primavera más fresco y fragante que la segunda siega veraniega, la trilla con sus olores apetitosos y polvorientos, la fragancia de la vendimia y el olor de la tierra removida por el arado.
Por último, los olores de las personas: desde los ácidos del cuerpo sudoroso que trabaja hasta los perfumados del cuerpo descansado que se recrea.
Olores y aromas que pueden ser también fuertes y particulares, pero jamás vulgares. Caricias para la memoria.
Piero Farolfi
Los olores que emanan de estas paredes me ayudan a atrapar los recuerdos; su estado varía según las estaciones y para determinar el carácter son los acontecimientos naturales y humanos en los que estoy involucrado en ese momento.
El olor acre del ozono que rezuma de la tierra después de las primeras gotas de una lluvia liberadora de la sequía, el olor del frío, que es más que una sensación táctil, penetra en la nariz marcándolo indeleblemente, el olor de la primavera lleno de esencias florales y de árboles en flor, el olor del verano con su carácter maduro y decidido, el olor del otoño que se descompone en una fórmula marchita que nos lleva al invierno en espera de un nuevo ciclo de vida.
Y luego, los olores creados por el hombre: la cama de las cuadras que humea en el invierno, la siega del heno en primavera más fresco y fragante que la segunda siega veraniega, la trilla con sus olores apetitosos y polvorientos, la fragancia de la vendimia y el olor de la tierra removida por el arado.
Por último, los olores de las personas: desde los ácidos del cuerpo sudoroso que trabaja hasta los perfumados del cuerpo descansado que se recrea.
Olores y aromas que pueden ser también fuertes y particulares, pero jamás vulgares. Caricias para la memoria.
Piero Farolfi